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Fernando Botero. Sensualidad y melancolía
0 16237Si algo nos enseña la historia del arte es que los maestros siempre tienen en común su capacidad de beber de las fuentes del pasado. Fernando Botero conoce la obra de los grandes creadores y, en lugar de interpretarlos, los hace suyos, pero con su particular punto de vista. “El problema de la pintura no es crear distintos temas, sino hacer los mismo que han hecho todos, pero en forma diferente. El mismo hombre o la misma mujer, el mismo caballo, el mismo árbol, la misma naturaleza muerta, pero vistos con otro sentimiento, con otros ojos”, afirma.
Esos ojos, esa personalidad, son las que nos atrapan y nos llevan a asegurar, sin ninguna duda, que en esta exposición estamos ante las creaciones de uno de los artistas más importantes de nuestro tiempo. Quien visite las salas de la Fundación Cajamurcia, podrá deleitarse con el uso de los colores y del volumen que el maestro Botero domina. En referencia a la vivacidad de su paleta cromática él mismo nos dice: “yo uso un colorido que es posiblemente exagerado, pero mantiene cierta relación con la realidad”.
Su mundo mental esconde así un halo de melancolía que pareciera estar guiado por Saturno a la vez que la sensualidad se apodera de las formas volumétricas que emplea. Unas formas que podemos apreciar tanto en sus pinturas como en sus dibujos y acuarelas presentes en esta exposición. Y, por supuesto, no podían faltar sus icónicas esculturas donde su volumen característico alcanza una mayor fuerza gracias a la tridimensionalidad de las mismas.
En sus obras, vemos cómo presencias inmensas se intercalan con miniaturas en espacios reales o inventados que, a veces, parecen decorados. Creando en la tela un conjunto que parece masivo y jugando con los distintos planos, las proporciones de los objetos y los personajes que forman la composición que gozan de una integridad volumétrica. Un juego de planos y proporciones que, a veces, produce un efecto naif que nos retrotrae a la pintura de Le Douanier Rousseau.
Lejos de dejarse seducir por las producciones industriales, como hacen otros artistas internacionales, Botero prefiere el oficio entendido en un sentido clásico. No recurre a ayudantes ni a talleres. Cree en la relación directa con el lápiz y con el pincel.
Hablamos de un acto casi revolucionario cuando decidió decantarse por la figuración alejándose del action painting que primaba, no solo en Estados Unidos, sino también en Europa, como el informalismo. Fernando Botero no sucumbió a la moda predominante y optó por ser el a sus creencias pictóricas. Él mismo reconoce que sus estancias en Europa fueron decisivas para definir su personalidad:
“Desde que empecé a pintar tenía un gran interés en el volumen. Cuando llegué a Europa leí mucho a Bernard Berenson, el famoso crítico estadounidense que escribió la historia del Renacimiento italiano e hizo un gran elogio del volumen. Me sentía identificado completamente con esas ideas.”
Alejarse de las corrientes estilísticas fue lo que hoy nos permite hablar de Botero como un creador que ha sido capaz de cimentar su propia personalidad, siempre coherente y en evolución, convirtiéndose en una de las figuras más destacas del panorama artístico internacional.
Su pintura es el resultado de la unión de tres elementos: el tema, la composición y el color. Precisamente, la armonía compositiva que alcanza se debe a esa conjunción y da lugar a que haya adquirido su estilo que responde al conocimiento profundo del arte y a distintos periodos de experimentación.
En esta muestra veremos cómo en todas sus creaciones existen temáticas recurrentes que le acompañan desde los años sesenta hasta nuestros días como los iconos cristianos, la tauromaquia, los desnudos o las naturalezas muertas, que demuestran que Fernando Botero es capaz de abordar, al mismo tiempo, los grandes temas de la historia del arte y la vida cotidiana, siempre realizando sus propias interpretaciones.
Son, principalmente, contenidos que nos llevan a sus raíces colombianas, donde las relaciones humanas, la música y el baile están presentes. “Todo arte es autobiográfico” señaló Federico Fellini, lo cual podemos comprobar en las obras de Botero, plenas de esa esencia colombiana presente en su niñez y juventud.
En ocasiones puede parecer satírico y siempre está alejado de lo grotesco. Enfatiza unas masas que nos recuerdan a Rubens, pero su obra es en realidad el resultado de un profundo conocimiento del arte occidental y de la tradición muralista mexicana unido todo ello a su compromiso con su alma antioqueña.
“Siempre he dicho que lo que yo pinto es improbable, pero no imposible” y es gracias a esa imaginación por lo que ha logrado que su universo sea identificable a primera vista y que su trazo sinuoso y voluminoso le haya llevado a tener su propio estilo, conocido como boterismo. El crítico Reed Johnson lo describe así: “Sus humanos rubenescos, paisajes rotundos y floreros voluptuosos, instrumentos musicales y otros objetos inanimados son tan identificables que prácticamente son una marca registrada.”
Marisa Oropesa
Comisaria de la exposición
El espectador va a poder observar la evolución de Botero a través de obras fechadas en varias épocas, desde los años 70 hasta la actualidad. Una selección formada por cerca de cincuenta piezas entre pinturas icónicas, esculturas en bronce, dibujos y acuarelas de gran impacto visual. Esta última técnica es la más empleada en sus creaciones recientes, algunas de ellas realizadas en los últimos meses.
La muestra también refleja cómo en su original mundo existen temas recurrentes que le acompañan a lo largo de su trayectoria artística. Son principalmente contenidos relacionados con sus raíces colombianas, donde la música, el carnaval y el baile se convierten en protagonistas, y demuestran la importancia de las relaciones humanas en su narrativa. No podía faltar el universo femenino a través de distintos iconos cristianos, la tauromaquia o los desnudos. Asimismo, las naturalezas muertas y el plein air en sus creaciones demuestran que Fernando Botero es capaz de abordar los grandes temas de la historia del arte y, a la vez, escenas de la vida cotidiana con el mismo talento.
Trazo sinuoso y voluminoso
La trayectoria de Fernando Botero (Medellín, Colombia, 1932) es una de las más destacadas del panorama artístico mundial, ya que ha sido capaz de desarrollar un lenguaje propio reconocible, con una personalidad inconfundible gracias a su inigualable uso del volumen en las formas, que otorga esa voluptuosidad típica a sus figuras. Un volumen que le acompaña desde que se inició en la pintura, pero que realmente no llegó a desarrollar hasta que se instaló en Europa y pudo apreciar de cerca las características del Renacimiento.
Otra de sus señas de identidad es la paleta que elige a la hora de crear: el artista domina el uso del color de una forma vibrante, logrando que en sus obras el cromatismo empleado sea una de sus características más identificables.
En palabras de la comisaria, “la mirada de Botero traspasa la realidad y se deja llevar por su imaginación desbordante. Esa imaginación es la que ha logrado que su universo sea identificable a primera vista y que su trazo sinuoso y voluminoso le hayan llevado a tener un estilo propio conocido mundialmente como boterismo”.
Horario de apertura:
Lunes a sábado de 10 a 14 y de 18:30 a 21 h.
Domingos y festivos de 10 a 14 h.
ENTRADA GRATUITA