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¿Acaso la tierra, las tierras tienen alma?
Asegura Platón que el alma es la dimensión más importante del ser humano. Lo que más tarde llamará santo Tomás alma espiritual. Es la parte espiritual e inmortal del hombre. Gracias a ella somos capaces de sentir, de emocionarnos y tener pensamientos y decisiones libres. Los hebreos lo llaman rúaj, el “hálito de vida” que nos convierte en seres vivientes.

Pero, ¿las tierras tienen alma?
Ángela nos responde invitándonos a pasear por un singular paisaje, un entorno que marcó para siempre su existencia: la Sierra Minera.
No es un paseo frívolo en busca de la superficialidad que hoy triunfa en un mundo saturado de imágenes intrascendentes. No busca ella la mera fidelidad al elemento representado. En la aparente (sólo aparente) simplicidad de cada obra existe una llave, una clave que nos ofrece una pista que desencadena un diálogo de cada elemento con su entorno, con el fondo, una silueta o un detalle, que nos sugiere un hilo conductor de su discurso hasta convertirla en una obra personal.

En este paseo nos anima a abrir bien los ojos e ir más allá, hasta adentrarnos por senderos que muestran la huella dejada tras el laboreo minero, con sabor a mar y olores a lavaderos y sulfuros.

Recuerdos de infancia y juventud que hunden sus raíces entre Portmán y La Unión, en el corazón de la sierra que marcó para siempre una impronta indeleble en su persona.

Es por tanto un paisaje cargado de sentimientos y experiencias vividas, que de alguna manera lo humanizan contagiándonos también del alma de quien lo habita. Ángela, adentrándose en él, convierte este paseo en un ejercicio de búsqueda de lo más profundo y trascendente, de lo más auténtico de sí misma.

Este viaje transcurre entre una naturaleza salvaje poblada de animales y plantas, que grita a pesar de las brutales heridas de su pasado. Sus cuadros nos conducen entre castilletes y chimeneas, ramblas y terreras, embriagados por un entorno potente y solitario arañado por siglos de cercanía con el hombre. En ellos respiran atmósferas trabajadas con veladuras que nos envuelven y nos hablan de silencios y de ausencias. Fondos de cuidadas escenografías que tratan de cartografiar el mapa de la memoria. Son espacios serenos a la vez que inquietantes, porque también ellos gritan que la vida, nuestra vida, pasó por ellos. Que no son inertes porque tal vez sean… tierras con alma.

Esteban Bernal

Horario: de lunes a viernes de 11 a 14 h. y de 17 a 20 h.