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de Fidel Molina

Fidel Molina es, sin duda, pintor de realidades, diversas y plurales, vividas y sentidas.

Sintiendo ya de muy joven la vocación pictórica, se licencia en Bellas Artes, en la Universidad Complutense, y se especializa en diseño.

Para esta exposición monográfica, la más importante de todas cuantas haya celebrado en Madrid, dos son los ámbitos fundamentales en los que el autor ha centrado su atención: el paisaje, casi siempre urbano, y las escenas de género.

No es necesario ser un gran observador para darse cuenta de que es la figura femenina la auténtica protagonista y el nexo común para ambos escenarios. A través de ésta, que le sirve como excusa, canaliza su mirada y nos introduce en el cuadro, porque suscita todo su interés, despierta su fantasía, y de hecho, la nuestra.

Todas las obras presentadas cuentan una historia, tienen un argumento, no complejo, en el que nos adentramos con facilidad. Así, en sus paisajes urbanos escoge una calle, un recodo, un lugar determinado, más o menos amplio, que no es casual, pero tampoco determinante, pues le sirve de excusa junto a los personajes para trazar una historia.

Fidel no recurre a épocas pasadas ni a escenarios idílicos sino vitales, a la cotidianeidad de su mundo y sus calles para pergeñar una escena cotidiana y desenfadada en la ciudad, con el bullicio y deambular de sus transeúntes. Le interesa lo anecdótico y trivial, y así lo observamos en Caminando por la Quinta Avenida, Por una Calle de París, Paseo por Roma o, en su reciente obra, Por el 77 de Goya.

Todo ello no quiere decir que el autor sea ajeno a la estética de la ciudad, recordemos su formación, pues igualmente le interesa; y representa con total fidelidad su atmósfera, movimiento, devenir de transeúntes y calidades lumínicas, perfectamente tratadas en espacios exteriores, escaparates, carteles y marquesinas a lo largo de las horas del día o de la noche. Luz y color se convierten en aliados perfectos para retratar un ambiente determinado bien sea diurno o nocturno.

Asimismo, el punto de vista elegido por el pintor, frecuentemente bajo, ya sea en sus cuadros de exterior, como en su pintura Espacios transitados II de la madrileña calle de Santa Engracia, o interior como la serie de Tacones altos, se convertirá en un recurso elocuente para la captación de nuestro interés. De hecho, el representar la figura femenina solamente por la parte inferior implica una morbosidad añadida a la vez que acentúa el misterio.

Sus imágenes de interior son, sin duda, de una carnalidad exultante. Al contemplarlas nos retrotraemos a un clásico de la pintura contemporánea francesa, las sublimes escenas de Toilette de François Boucher, Pierre Bonnard, Edgar Degas o Toulouse-Lautrec, por citar alguno de los más excelsos pintores que han tratado el Género.

Al igual que los maestros, Fidel no retrocede ante lo personal o lo íntimo. Es la suya una mirada de voyeur, complacida ante lo que acontece frente a sí. Su presencia y curiosidad no interfieren. Cualquiera podría pensar al verlo que las modelos se desenvuelven con total tranquilidad, como quien se encuentra solo y confiado en la intimidad del hogar: en ocasiones leen de forma plácida y, por este motivo, sus rostros y cuerpos son siempre elocuentes y expresivos de lo que pasa por su mente, tal y como puede observarse en su lienzo, recientemente acabado, y quizá mi preferido, Novela romántica.

En otras ocasiones, la modelo muestra cierta preocupación, e igualmente su rostro y actitud son explícitos de ello, y así se aprecia en Perdida en sus pensamientos o Reposo.

Y generalmente, como he apuntado más arriba, se muestra observador de una realidad tan íntima como cotidiana, que se desarrolla con gran naturalidad a pesar de la importante carga erótica presente en la mayoría de sus cuadros y de la que nos hace partícipes; provocando sólo en alguna ocasión cierta inquietud o desasosiego, siempre el deseo.

Carmen Rodríguez Rico
Doctora en Arte Moderno

Inauguración:
miércoles 23 de mayo. 20:00 h.
Horario:
lunes a viernes de 11 a 14 y de 18 a 21 h.