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El ocaso de la multitud
0 2485de Lucas Brox
Es indudable que estamos ante el trabajo de un artista de gran calidad. Su evolución como pintor sorprende a todos. Licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Murcia, desde 2013, a Lucas Brox se le puede considerar un alumno aventajado que supera cum laude una de las máximas de Picasso: «Hay que aprender las reglas como un profesional, para después romperlas como un artista». Brox lo ha conseguido en un tiempo récord. Pero, no podemos dejar de plantearnos qué sucederá en la mente de este joven artista para que a sus 30 años le interese en exceso la parte más oscura del ser humano. Su proyecto «El ocaso de la multitud» integra una muestra plástica intensa y perturbadora que no dejará indiferente a nadie.
El artista bebe de múltiples fuentes (música, cine, literatura, pintura…) y se detiene en el análisis de la psique para concebir sus creaciones. Su pintura, en esta ocasión, emerge de un mundo convulso, habitado por seres que podrían protagonizar el tráiler de un filme de terror. El autor se siente libre para interpretar a los sujetos que forman esta colección de retratos, en los que el binomio Eros-Pathos configura la bipolaridad establecida en el ciclo genésico que ensalza el amor con el sufrimiento. Tal vez, el rostro –de concepción revolucionaria– reiterado intencionadamente con específicas y ambiguas modificaciones, pudiera ser el de Justine, la estudiante en la Facultad de Veterinaria de París, quien aparece en la ópera prima de la cineasta francesa Julia Ducournau, cuyo largometraje, Crudo, se ha estrenado en marzo de 2017. Las escenas dirigidas por Ducournau son una clara subversión de lo establecido, al igual que resultan las distorsionadas caras que pinta Brox, desinhibiéndose para redactar una crítica social generada de la mentira, del miedo, de la hipocresía, de la soledad, de la muerte… y de otras frustraciones colectivas que él remarca pintando con abusiva alocución del color negro.
La action painting se ejecuta con mayor intensidad que en los años cuarenta del pasado siglo lo hizo Jackson Pollock y el dripping (goteo) invade a todos los cuadros enmarcados dentro de un expresionismo abstracto, iniciado en género realista. Los personajes que componen «El ocaso de la multitud» integran códigos endogámicos cuya tipología física se aparta de toda realidad formal. ¿Saturación de la sumisa belleza? Podría establecerse una intención conceptual entre estas últimas obras de Lucas Brox y otros cuadros sobre rostros que realiza un pintor coetáneo del artista murciano, José Miguel Jiménez Scheroff (dos años más joven que Brox), licenciado en Bellas Artes en Granada, y al que también le interesa la «monstruosidad ontemporánea», aunque haya pintado con espíritu hiperrealista a otros autores como a Francis Bacon. En la tenebrosa obra «La fe», Brox traza al óleo a una mujer con rostro de niña y manos de anciana, consiguiendo una fusión espectacular y novedosa, digna de un maestro experimentado.
Encontramos un cuadro que se denomina «¡Que le corten la cabeza!», alusivo al texto de Lewis Carroll en el momento que la duquesa manda a ejecutar a Alicia (en el país de las maravillas), ahí se denota en el pintor cierta violencia contagiada, pero resuelta técnicamente con brillantez. La pintura de Lucas Brox, en estas obras, adquiere –en la mayoría de las ocasiones– tintes crueles y truculentos. El drama psicológico impregna cada retrato, y el novel pintor ejerce de Dr. Jekyll y de Mr. Hyde, según le conviene. Una atmósfera opresiva pero fascinante rodea las series «Alma negra», «Familiar», «Mujeres-Hombres», «Íncubo», «Línea roja», «Los tres mendigos»… y a los cinco autorretratos en los que Lucas se hace presente. Al visualizar uno de ellos, vestido de púrpura y amarillos (es portada del catálogo de la exposición), no debemos de olvidar el cuadro Cabeza VI (1949), donde Francis Bacon retrata con capa púrpura y en púlpito amarillo al Papa Inocencio X, a quien pintó Velázquez en 1650. «Atacar el sistema nervioso del espectador, y reintegrar a éste a la vida con gran violencia», en estos términos contestaba el malogrado Bacon cuando le preguntaban qué pretendía narrar en sus cuadros. Lucas Brox recontextualiza a los rostros que pinta, y no sólo desea anular su aspecto, sino que le interesa infinitamente más captar el alma misteriosa de cada individuo que decide retratar.
Aristóteles, se adelantó a su tiempo, cuando dijo que «El objetivo del arte es representar no la apariencia externa de las cosas, sino su significado interior» y el dibujante Scott Adams asegura que «la creatividad es permitirse cometer errores. El arte es conocer cuáles mantener». Lucas Brox, en el laboratorio de su taller, consigue aunar teorías y crear nuevos lenguajes artísticos y lo lleva a cabo con gran destreza pictórica, con la impronta de un artista innovador.
Pedro López Morales
Comisario de la exposición
Horario:
De lunes a viernes, de 11:00 a 14:00h. y de 18:00 a 21:00h.