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La sombra encendida de la palabra
0 936El vocabulario plástico de Antonio Martínez Mengual constituye una de las propuestas más sólidas y sugerentes de la abstracción española contemporánea. El retorno a la pintura que fructificó a finales de los 70 posee en su obra un registro singular, marcado por una intelectualización lírica del gesto. En la pintura de Martínez Mengual, la tradicional dialéctica entre construcción y expresión, dibujo y color –que ha atravesado la historia del arte desde finales del XVIII- se resuelve mediante una interiorización de la palabra por parte del gesto: la mancha de color contiene el dibujo; en lugar de deshacerlo, lo incorpora; en vez de transgredirlo, lo sedimenta, lo convierte en una suerte de lecho sobre el que la expresión se asienta. Las formas de color no se agotan en la literalidad de la experiencia estética: todas ellas poseen una raíz, se hallan engastadas en una trama lingüística que las dota de una sintaxis. Lo ingrávido pesa en las obras de Martínez Mengual. Bajo la explosión, hay un texto. No hay marca pictórica que, en última instancia, no pueda ser leída.
La relación pintura-literatura, gesto pictórico-texto es, en este sentido, esencial para comprender el corpus artístico de Martínez Mengual. Pero, entiéndase bien, la particularidad de esta comunión por él propiciada es que, en contra de lo que suele ser habitual, la palabra no resta presencia a la pintura. Siempre que se habla de una “intelectualización del arte”, sobrevienen juicios a priori por los cuales lo visible resulta un plano insuficiente para comprender la intencionalidad del autor. Pero, en el caso de Martínez Mengual, este topos se revela falso. En su pintura, el color se hace cuerpo a través de la palabra. Es el texto subyacente el que emplaza absolutamente el gesto y lo dota de una arrolladora presencia. La palabra no media, no distancia; por el contrario, aproxima lo pictórico a las coordenadas de lo sensible, lo convierte en tierra, en fundamento, en cultura compartida. La tierra es el mundo de lo común, de la transferencia de conocimiento. Hundir la pintura en la tierra supone, a este respecto, devolverla a ese espacio común en el que la cultura se ha ido construyendo como consecuencia del diálogo entre civilizaciones, entre voces diseminadas a lo largo de la historia. A través de la palabra, la pintura de Martínez Mengual se enraíza en la tierra; y en el color, la textura y el olor de ésta, el mundo clásico se ofrece como una realidad persistente en el suelo común de lo telúrico.
La presencia de lo clásico es una constante en la obra de Martínez Mengual. Tras su primera visita, en 1979, a Grecia, y el descubrimiento sobrecogedor de la Acrópolis, el mundo clásico se convirtió en una suerte de ideario ético y estético. Cierto es que, durante sus viajes, el autor realiza apuntes figurativos sobre los que, en fases posteriores, trabaja y profundiza hasta conseguir el enfoque perseguido. Pero, pese a esto, lo clásico dista mucho de ser, en su pintura, una fuente de citas o un universo icónico reproducible. Como ya se ha apuntado, lo clásico es para Martínez Mengual la tierra común, una ontología construida desde el interior de la cultura y a través de sucesivas generaciones. De ahí que su aproximación a lo clásico se efectúe a través de una experiencia directa reconocida en una multitud de voces. Cultura no es solo el Partenón o la estatuaria clásica; cultura es también la luz, el mar, los colores, los olores de los que el artista se impregna durante sus viajes. Se trata de una vivencia directa, carnal, que cataliza una identificación básica. Lo clásico se vive en primera persona, desde el yo más primordial. Pero, de la misma manera que se vive, lo clásico ya ha sido vivido por esa “multitud de voces” a la que se hacía referencia. Clásico es, en la pintura de Martínez Mengual, lo íntimo y lo compartido, lo inefable y lo leído, en suma, un lugar de encuentro con una esencia cultural habitada por miles de subjetitivades. Es aquí donde entra en juego la palabra, donde Martínez Mengual utiliza la tierra común para dialogar con aquellos escritores y poetas que han actualizado lo clásico de generación en generación. Ovidio, Hölderlin y Camus son los autores con los que Martínez Mengual conversa en esta exposición que, bajo el título de La sombra encendida de las palabras, reúne piezas pertenecientes a las series desarrolladas en torno a la obra literaria y poética de ellos.
Tradicionalmente, la conexión entre pintura y poesía se ha vehiculado a través de la célebre afirmación de Miguel Ángel: “Si la pintura es poesía muda, la poesía es pintura ciega”. Es decir: la pintura no habla y la poesía no ve. Las tensiones provocadas por este axioma han regido las contaminaciones entre un medio y otro. El propósito de esta exposición es generar una alternativa a este marco de trabajo ya desgastado. Para ello, se ha elegido el concepto de sombra. Todo cuerpo físico proyecta una sombra, de suerte que ésta se halla intrínsecamente conectada a él. Atendiendo a esta lógica, la pintura debería ser contemplada como la sombra proyectada por la palabra poética. ¿Por qué? Para establecer una vinculación física directa entre ambos territorios. La pintura, de este modo, es el cuerpo proyectado de la poesía. No la traduce, no la invoca mediante homologías o analogías: es sencillamente una expansión corporal –y, por tanto, física- de su existencia.
Esta primera afirmación podría suscitar una interrogante: si la sombra es la proyección bidimensional de un cuerpo tridimensional, ¿entonces la pintura sería la realidad mermada del cuerpo de la poesía? En este caso, no. Y para ello introducimos una segunda noción: encendida. El adjetivo “encendido” introduce aquí un componente vital, de crecimiento. El concepto de sombra que utilizamos en esta exposición proviene de la teoría de las cuatro dimensiones, la cual, en resumen, viene a decir lo siguiente: si un cuerpo tridimensional proyecta una sombra tridimensional, entonces, un cuerpo tridimensional será la sombra proyectada de un cuerpo cuatridimensional, y así hasta el inifnito. Dicho de otro modo: el concepto de “sombra encendida” alude aquí a una realidad superior, a una realidad que no está mermada, sino que, por el contrario, se halla aumentada. La poesía no proyecta su sombra hacia abajo -disminuyendo las cualidades de su realidad-, sino hacia arriba –expandiéndolas. De esta manera, la pintura de Martínez Mengual funcionaría como una proyección superior del cuerpo de la palabra. La sombra encendida de la palabra es, en este sentido, no la ilustración pictórica de textos de Ovidio, Hölderlin y Camus, sino la materialización de la carnalidad latente en ellos.
Pedro A. Cruz Sánchez
Horario:
De lunes a viernes: 10 h. a 13:30h. y de 16 a 19:00h.